Somos una generación tecnológica. Eso está cada vez más claro. Hace relativamente poco tiempo que las nuevas tecnologías llegaron a nuestras vidas y los jóvenes hemos sabido recibirlas muy bien. Nos hemos adaptados a ellas y cada vez más ellas se adaptan a nosotros.
“¿Hija, qué es un smartphone?, ¿Oye, y yo puedo tener “whasa” en este móvil?. Estas solo solo algunas de las frases que más hemos escuchado decir a nuestros padres en los último años. Vocablos con los que ya estamos familiarizados y de algún modo obligándolos a ellos a que se conozcan también. Quizás sea un cambio generacional demasiado brusco pero quien no avanza está perdido y, según el ritmo que lleva, no creo que nos de tregua alguna. Pero ¿están los adultos preparados para este cambio?.
Personalmente creo que sí están capacitados para cambiar sus costumbres y adaptarse a los tiempos, el problema es que o los preparamos nosotros o ellos no lo intentarán. Amigos, han cambiado los papeles, ahora somos nosotros quienes tenemos que enseñar a nuestros padres, dedicarles tiempo y tener paciencia cuando se equivoquen. A diferencia de ellos, nosotros hemos sido autodidactas en el manejo de las tecnologías y ellos necesitan unas clases más.
Debemos tener en cuenta que el aprendizaje es mucho más llevadero cuando se realiza a edades tempranas. La edad es quizás uno de los handicap de nuestros antecesores, pero solo es cuestión de ganas, empeño y tiempo.
Existen tres tipos de padres: aquellos que nos han superado a nosotros y parece que han nacido para ello, pegados a las teclas de un ordenador. Por otro lado están los que quieren aprender, los que piden ayuda cuando ven que la sociedad tecnológica avanza y pueden ser arrollados por ella y prefieren salvarse y por último los que tienen alergia a un teléfono o cualquier otra pantalla.
Por experiencia propia he podido sacar alguna conclusión en cuanto a la relación adultos-tecnología:
- Los adultos no quieren hablar nuestro mismo idioma. Ellos mismos creen que no son capaces de abstraer todos los conocimientos que este mundo implica e interponen barreras que impiden su aprendizaje.
- Es muy posible que no seamos buenos maestros. Perdemos la paciencia con facilidad porque estamos enseñando algo que suponemos es demasiado fácil sin tener en cuenta que es un mundo por descubrir para ellos. (Esto se asemeja mucho a cuando nuestro padre nos enseña a conducir). Paciencia y perseverancia, nada más.
- Tal y como he dicho antes, a los adultos no les resulta fácil reconocer que ya no aprenden tan rápido como antes y más viendo la velocidad tan vertiginosa a la que avanzamos. Cuando ya son capaces de manejar una aplicación ya existe otra que la sustituye.
- Se han vuelto miedosos y cómodos. Optan por pedirnos que encendamos nosotros el ordenador por miedo a romperlo, a tocar el botón equivocado o hacer click donde no es. Se acostumbran a su teléfono, al orden de los iconos en su ordenador y cualquier cambio es un kaos y empezar de cero.
- Tenéis que saber que fuisteis vosotros quienes nos enseñasteis que de los errores también se aprende.