El imparable avance de la tecnología ha conseguido que siempre estemos entre la espada y la pared. O consigues adaptarte o estas muerto. Atrás quedaron los trabajos hecho a mano donde la principal fuente de búsqueda era una enciclopedia. Los móviles irrompibles, fuertes y simples cuya única misión era enviar y recibir llamadas y mensajes o aquella época donde nadie podía estar al corriente de tu vida privada porque las redes sociales aún no lo permitían.
Absolutamente todas aquellas personas que se han dejado arrastrar por la ola de la informatización y las nuevas tecnologías se han adaptado de forma progresiva y continua a los cambios, ya sea por obligación o por placer. Han elaborado sus proyectos finales de carrera frente a una pantalla de ordenador con la posibilidad de encontrar cientos de páginas de información en un solo click o a través de su smartphone que no deja de sonar a lo largo del día mientras echa un vistazo a las actualizaciones de sus amigos en Facebook. Esta es nuestra vida ahora, sin embargo, todavía hay algo que la sociedad no ha conseguido cambiar: seguimos siendo la generación digital que ama el papel.
Estoy hablando de la difícil elección que nos supone leer un libro en formato papel o formato digital. Hoja o pantalla. Ebook, tableta o smartphone. Existen diferentes soportes que nos ofrecen la posibilidad de leer un buen libro de forma más cómoda y económica. Pero ante la pregunta, ¿Libro en papel o libro electrónico?, las respuestas serán de lo más variopintas y sin embargo la edad no será un factor determinante. De hecho un alto porcentaje de jóvenes se decantará por la primera opción. En ocasiones así somos, nostálgicos del papel, tradicionales, animales de costumbres.
Para mi, igual que para muchos nostálgicos, éste sería un debate sin un ganador ni un perdedor claro. Por mucho que pase el tiempo y se implanten “las modas” intento disfrutar de lo mejor de cada formato y sigo utilizando uno u otro según las circunstancias. Como ya sabréis soy de las que además de disfrutar de una buena lectura soy de las que disfruta, lápiz en mano, de las buenas frases. Algo que no me permitiría hacer el formato digital. También he sido uno de los miles estudiantes universitarios que han pasado más de hora y media en un medio de transporte público para llegar a mi destino. Muchos ratos muertos amenizados por libros es lo que nos ha permitido disfrutar un poquito más estos viajes. Pero no, no he transportado 800 páginas día tras días. En ocasiones he preferido aprovecharme de la modernidad digital.
¿Permitiremos en un futuro la desaparición de los libros impresos? Esta sería una de las preguntas más frecuentes que se han realizado dentro del mercado editorial y escritores o dentro del mundo de la lectura en general. Aunque destaquemos el aspecto práctico de estos soportes por otro lado siempre demostramos hasta qué punto somos capaces de aferrarnos a determinados elementos, ya sea por fijación emocional o nostálgica.
Soy de las que piensan que no hay nada como el tacto de un libro o el olor de sus páginas abiertas por primera vez para contarnos que tal vez por este mismo motivo el papel nunca debería morir.
Absolutamente todas aquellas personas que se han dejado arrastrar por la ola de la informatización y las nuevas tecnologías se han adaptado de forma progresiva y continua a los cambios, ya sea por obligación o por placer. Han elaborado sus proyectos finales de carrera frente a una pantalla de ordenador con la posibilidad de encontrar cientos de páginas de información en un solo click o a través de su smartphone que no deja de sonar a lo largo del día mientras echa un vistazo a las actualizaciones de sus amigos en Facebook. Esta es nuestra vida ahora, sin embargo, todavía hay algo que la sociedad no ha conseguido cambiar: seguimos siendo la generación digital que ama el papel.
Estoy hablando de la difícil elección que nos supone leer un libro en formato papel o formato digital. Hoja o pantalla. Ebook, tableta o smartphone. Existen diferentes soportes que nos ofrecen la posibilidad de leer un buen libro de forma más cómoda y económica. Pero ante la pregunta, ¿Libro en papel o libro electrónico?, las respuestas serán de lo más variopintas y sin embargo la edad no será un factor determinante. De hecho un alto porcentaje de jóvenes se decantará por la primera opción. En ocasiones así somos, nostálgicos del papel, tradicionales, animales de costumbres.
Para mi, igual que para muchos nostálgicos, éste sería un debate sin un ganador ni un perdedor claro. Por mucho que pase el tiempo y se implanten “las modas” intento disfrutar de lo mejor de cada formato y sigo utilizando uno u otro según las circunstancias. Como ya sabréis soy de las que además de disfrutar de una buena lectura soy de las que disfruta, lápiz en mano, de las buenas frases. Algo que no me permitiría hacer el formato digital. También he sido uno de los miles estudiantes universitarios que han pasado más de hora y media en un medio de transporte público para llegar a mi destino. Muchos ratos muertos amenizados por libros es lo que nos ha permitido disfrutar un poquito más estos viajes. Pero no, no he transportado 800 páginas día tras días. En ocasiones he preferido aprovecharme de la modernidad digital.
¿Permitiremos en un futuro la desaparición de los libros impresos? Esta sería una de las preguntas más frecuentes que se han realizado dentro del mercado editorial y escritores o dentro del mundo de la lectura en general. Aunque destaquemos el aspecto práctico de estos soportes por otro lado siempre demostramos hasta qué punto somos capaces de aferrarnos a determinados elementos, ya sea por fijación emocional o nostálgica.
Soy de las que piensan que no hay nada como el tacto de un libro o el olor de sus páginas abiertas por primera vez para contarnos que tal vez por este mismo motivo el papel nunca debería morir.