Ya ha llegado diciembre y sin darnos cuenta hemos consumido otros 365 días de nuestras vidas. Hemos dado la bienvenida al último mes del año, cambiamos la hoja del calendario y un mes más exclamamos la ya típica frase: ¡cómo pasa el tiempo!
Bajo mi punto de vista diciembre es un mes confuso. Es como cuando te preguntan ¿Que te gusta más el verano o el invierno?. Pues en diciembre lo que nos planteamos es lo maravillosa u odiada que es la navidad.
Tengo que reconocer que a mi esta época del año (hasta el momento) siempre me ha gustado. Todavía tengo mucha ilusión puesta en estas fechas. Me gusta disfrutar de las comidas en familia, pensar que al menos durante un par de días al año los problemas no existen me hace sentir libre. Disfruto regalando, comprando, cocinando e imaginando que cada año puede ser un poquito mejor que el anterior. En definitiva, diciembre es el mes de las ilusiones y quizás por eso pueda llegar a ser un poquito ilusa porque la verdad que solo es un mes más, de un año más.
Tengo la suerte (o la desgracia) de trabajar en un centro comercial y ver parte de los excesos que hacemos durante estas fechas. Los adornos lucen antes de tiempo, adelantamos las compras para así evitar aglomeraciones y en ocasiones gastamos más de lo que deberíamos. Muchos odian estas fechas por ser días de consumo excesivo y descontrolado pero se que esas personas, las mismas que critican este consumismo, seguro que han comprado un regalo para la noche de reyes, seguro que no han sido capaces de rechazar lo que su pareja les ha regalado y apuesto a que se reúnen con su familia con la mesa llena de comida y bebida.
Seamos realistas. Quienes odian la navidad son aquellas personas que no tienen ni tan siquiera un plato caliente encima de la mesa y mucho menos personas a su alrededor con quien compartirlo. La falta de un ser querido es el responsable de que no miremos el mes de diciembre con los mismos ojos y sin embargo tengamos que hacer de tripas corazón para que nadie note que ese mes debería ser eliminado del calendario.
No quería dejar pasar por alto mi opinión sobre los anuncios de la lotería. La estrategia de marketing utilizada el año pasado ha sido bastante útil ya que todos recordamos a las cinco estrellas de la música que cantaban en plena noche bajo un árbol piramidal formado por los bombos de la lotería, en especial la endiablada mirada de Montserrat Caballé y el movimiento de manos tan bien acompañado del “nanananá nananaaaaa” de Rafael. Por lo tanto si todavía sigue en nuestras mentes es que la estrategia utilizada funcionó bien, aunque solo fuera riéndonos de los protagonistas. ¿No?
Bajo mi punto de vista diciembre es un mes confuso. Es como cuando te preguntan ¿Que te gusta más el verano o el invierno?. Pues en diciembre lo que nos planteamos es lo maravillosa u odiada que es la navidad.
Tengo que reconocer que a mi esta época del año (hasta el momento) siempre me ha gustado. Todavía tengo mucha ilusión puesta en estas fechas. Me gusta disfrutar de las comidas en familia, pensar que al menos durante un par de días al año los problemas no existen me hace sentir libre. Disfruto regalando, comprando, cocinando e imaginando que cada año puede ser un poquito mejor que el anterior. En definitiva, diciembre es el mes de las ilusiones y quizás por eso pueda llegar a ser un poquito ilusa porque la verdad que solo es un mes más, de un año más.
Tengo la suerte (o la desgracia) de trabajar en un centro comercial y ver parte de los excesos que hacemos durante estas fechas. Los adornos lucen antes de tiempo, adelantamos las compras para así evitar aglomeraciones y en ocasiones gastamos más de lo que deberíamos. Muchos odian estas fechas por ser días de consumo excesivo y descontrolado pero se que esas personas, las mismas que critican este consumismo, seguro que han comprado un regalo para la noche de reyes, seguro que no han sido capaces de rechazar lo que su pareja les ha regalado y apuesto a que se reúnen con su familia con la mesa llena de comida y bebida.
Seamos realistas. Quienes odian la navidad son aquellas personas que no tienen ni tan siquiera un plato caliente encima de la mesa y mucho menos personas a su alrededor con quien compartirlo. La falta de un ser querido es el responsable de que no miremos el mes de diciembre con los mismos ojos y sin embargo tengamos que hacer de tripas corazón para que nadie note que ese mes debería ser eliminado del calendario.
No quería dejar pasar por alto mi opinión sobre los anuncios de la lotería. La estrategia de marketing utilizada el año pasado ha sido bastante útil ya que todos recordamos a las cinco estrellas de la música que cantaban en plena noche bajo un árbol piramidal formado por los bombos de la lotería, en especial la endiablada mirada de Montserrat Caballé y el movimiento de manos tan bien acompañado del “nanananá nananaaaaa” de Rafael. Por lo tanto si todavía sigue en nuestras mentes es que la estrategia utilizada funcionó bien, aunque solo fuera riéndonos de los protagonistas. ¿No?
La primera vez que vi el de este año me emocionó y todavía, cada vez que lo veo, se me encoje un poquito el corazón. También hay que reconocer que los publicistas se han aprovechado de nosotros jugando con nuestra sensibilidad ya que han querido reflejar la situación en la que se encuentran gran parte de los españoles haciendo que empaticemos con el anuncio, siendo un reflejo del interior de nuestra casa y de nuestra cartera.
No nos dejemos engañar, el mundo no es tan maravilloso ni la gente es tan buena como para regalarnos un décimo de lotería premiado. Pero la navidad es eso. Ilusión y felicidad durante un corto periodo de tiempo. Así que mientras podamos aprendamos a disfrutar.